Era el último día en el continente que me había brindado tantas aventuras durante un mes. Las manos me temblaban al hacer la valija que debería dejar hecha para volver a casa, para cruzar el Océano Atlántico una vez más y volver a mi hogar.
Un último recital que nos esperaba a tan sólo 3 horas y media de vuelo desde Amsterdam, Holanda.
¿Cómo explicar tanta adrenalina? Después de un mes y una semana cumpliendo sueños, corriendo a través de los aeropuertos, empapándonos de aventuras y rodeados de todo tipo de sentimientos sólo faltaba la recta final: teníamos menos de 24hs en Romania para disfrutar del último recital, el último de la lista.
Éramos tan solo dos amigas de dos mundos diferentes perdidas en un hotel inmenso, muertas de cansancio pero llenas de ansias. Recuerdo la adrenalina correr por nuestro cuerpo, supongo que fue la que nos permitió ganarle a nuestros ojos cansados. Ya no importaban las peleas sin sentido, el miedo de perder algún avión, el terror al cielo imponente. Ya no importaba más nada, es lo que pasa cuando te das cuenta de que el final está llegando.
Gritos, felicidad, llanto, fuegos artificiales, música, rock, personas especiales que significaban demasiado para nosotras, baile y brindis, éso fue lo último que recuerdo de aquella maravillosa noche del 6 de Junio del 2016. Nuestro último recital, nuestro último día juntas antes de volver a casa. Siempre se recuerda el último día, es el desenlace final de toda historia.
Nueve aviones. Esa cantidad exacta. Nueve. Sí, a pesar de los ataques de pánico que me agarran cada vez que subo a uno. Nueve aviones y una decisión de por medio: o podes quedarte sentado esperando que las cosas pasen, o salir y volar en busca de lo que realmente querés. Nueve aviones sólo para cumplir mis sueños, sólo para ver mis sueños hacerse realidad en primera fila. Y fue cuando, una vez más, me dí cuenta del poder que todo eso provocaba.
No hay nada mejor como empezar por el final, ¿a que no? Cuando inevitablemente miras hacia atrás y recordas cada detalle de lo que hiciste.. te das cuenta del valor que tuviste, de los errores que cometiste, de las risas, de los llantos, del esfuerzo. Y sonreís, o llorás de felicidad, porque lo verdaderamente importante es que haya sucedido. Y entre risas y lágrimas, no podes evitarlo, te das cuenta de que lo volverías a hacer. Una y otra vez.
No importa cuántos obstáculos tengas, nunca te rindas. Fue lo más valioso que aprendí ese último día.
Foto sacada la madrugada del 7 de Junio del 2016, desde nuestro hotel en Bucharest, Romania.
Mi querida Cali:
Esta nota trata sobre algo que aprendí hace exactamente unos días.. y sí, siempre hay algo nuevo de lo que aprender, el verdadero dilema es saber darse cuenta - yo sólo espero que lo que te escribo te ayude un poco.
Todo comenzó hace unos años, cuando viajé por primera vez con mi mayoría de edad a otro continente. Volví tan feliz que no podía evitar sonreír, la vida me había cambiado finalmente, era lo que necesitaba.. pero todo dio un giro cuando me di cuenta de que mucha gente por la cual estaba rodeada no sentía la misma felicidad por mí, y fue cuando entendí que algo no iba bien. Sin embargo a medida que pasaba el tiempo las cosas se iban tornando mejor, y sentía que realmente había encontrado el rumbo de lo que quería para mi vida: aventuras, sueños hechos realidad, amigos peculiares e increíbles y verdadero amor. ¿Qué más puedo agregarte? Simplemente que mi actitud positiva había dado resultado, pero muchos seguían sin estar contentos.
Los años siguieron pasando y poco a poco fui guardándome cada victoria y cada sueño cumplido para mi círculo más íntimo - e incluso tenía que tener cuidado en éste también - y no se trataba de egoísmo, sino de balance.
Cali, con esto quiero decirte que la vida realmente se trata de un balance. Todo tipo de balances, incluso cómo expresas tu felicidad puede cambiarlo todo. Sé una buena persona, pero no dejes que los demás abusen de eso. Confía, pero no te dejes engañar. Mantente satisfecho, pero nunca dejes de mejorarte como ser humano. Y por sobre todo... nunca grites tu felicidad tan alto, la envidia tiene el sueño muy liviano. Alterar este balance puede traer consecuencias y dolores de cabeza, así que espero que puedas tenerlo presente. Y sino, nunca es tarde para darte cuenta de estas pequeñas cosas (o para releer esta nota).
Ojalá siempre seas muy feliz mi Pimpollito (pero no lo grites muy alto).
Te quiero, tu única Tía.
21 de Julio de 2016.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
Social Icons